09 Jul Sangre en la Cuenca
Hay ambiciones que te acompañan durante años, hasta que un día dices, ¿por qué no? Cuando era pequeña, la paga semanal se invertía en cambiar tebeos y novelas en el kiosco: El Coyote, Corin Tellado, Marcial L. Estefanía… eran las que iba a buscar para mis mayores y leía a escondidas durante la semana. Tenían todo lo que una incipiente devoradora de historias buscaba: evasión y emoción a raudales, una lectura ligera y atractiva a partes iguales.
Cuando mi tía me llevó a conocer a Corin Tellado, quedé fascinada por su capacidad para escribir una nueva cada semana. Luego sabría que eran contratos leoninos y que detrás de algunos nombres como Silver Kane se escondían autores consagrados que necesitaban comer y la literatura de batalla daba un dinero mensual nada despreciable.
A la par fueron cayendo Agatha Christie, Maigret, Perry Mason, Ellery Queen… y mi afición por la novela negra fue creciendo. Tardé años en atreverme a entrarle al género y lo hice en 2010 con Operación Dracul, donde aparece por primera vez la inspectora Sara Ocaña. Animada por las críticas, decidí que merecía continuación y durante una convalecencia en 2011 empecé a escribir Sangre en la Cuenca. Por el medio, cayeron en mis manos las cartas de la maestra republicana y el diario del fugáu que conforman el acervo documental de Luciérnagas en la memoria y sucumbí ante tamaña tentación.
Y aquella novela quedó en un cajón.
Orpheus ediciones clandestinas no solo rescata libros del olvido, también publica aquellos que duermen agazapados e incluso los que fueron soñados un día.
Sangre en la Cuenca es el segundo de lo que promete ser una saga de esta inspectora que conocimos en Toledo y regresa a Langreo, su patria chica. Aquí la protagonista nos revela su pasado y su personalidad va ganando consistencia, mientras nos vamos enterando de lo acontecido tras el fin de la operación Dracul.
En la novela negra los escenarios juegan su papel y en aquel momento, tras la crisis del 2008 y el fin de la minería, la cuenca del Nalón (aunque podría ser la del Caudal) ofrecía uno digno de servir de telón de fondo para la nueva aventura de Sara Ocaña y su inseparable Cesáreo. Como dijo Kevin Wang, un chino escocés doctor en geografía urbana y amante del género negro que conocí en Oxford, cuando la leyó: «podía haber transcurrido en Langreo o Yorkshire».
La trama pretende enganchar desde el principio, sin grandes pretensiones literarias pero derrochando acción y sorpresas a raudales. Un divertimento para la autora, que promete continuidad, y para sus lectores que encontrarán un estilo diferente al suyo habitual. Una excelente opción veraniega y playera.
Sara Ocaña aparece también en La muerte es mía.
No Comments